barco san miguel
domingo, 17 de mayo de 2015
Tragedia en el Golfo de California
Desaparece el Barco San Miguel
En
1967, cuando La Bullanga Sánchez, jugando para Los Venados, impuso el record de
13-5, en juegos ganados y perdidos, se recuerda la adversidad por la que cruzó
el barco San Miguel, el cual había zarpado del puerto de Mazatlán Sinaloa, a
las 5 de la tarde del día 21 de diciembre, con su carga acostumbrada: Gasavión
y gas butano; también cerveza, cemento, varilla, refrescos orange, tónico,
plátano, fríjol y otros, con destino a La Paz, B.C.S.
Una
hora antes habría zarpado el barco Santa Teresa, al cual, el San Miguel, alcanzó
a medía travesía, a las primeras horas del siguiente día, pitando con alegría
que llegarían a tierra antes que ellos. Las máquinas del San Miguel superaban
con mucho a la potencia del Santa Teresa pues éste era de mayor eslora y por lo
tanto de menor velocidad; mientras que uno hacia 24 horas de travesía, el otro
se tardaba 24 horas más.
A
las 5 de la tarde, del día 22, Juan el Güilo García, capitán del barco
propiedad de su hermano Francisco, el Bronco, García Castro, habló por radio
con el Chanto, otro de sus hermanos, diciéndole que estaban a 20 millas de la
isla de Cerralvo, venían a tiempo, para las 8 de la noche estarían amarrando en
el muelle fiscal.
Luis
Miguel, administrador y hermano de la prolífica familia García Castro, fue
notificado del arribo, en el tiempo previsto – ¿Vas a ir a Petróleos? – Le
preguntó a su hermano el Chanto.
--
Ya sabes que me gusta ir a Punta Prieta para ver pasar los barcos del Bronco –
Respondió el Chanto que era el encargado del archivo, la radio y demás
registros de almacenaje en su casa de las calles Encinas y Revolución. El
almacén de la empresa García Gas, S.A., lo tenían en la esquina sur de las
calles Márquez de León y Revolución, a dos cuadras de las arregladas oficinas.
El
Bronco, como le decían a Francisco, vivía en Mazatlán, desde donde manejaba
otros barcos de su propiedad, como son el Aventurero, San Jorge, Doña María,
Don Miguel, el Turista, San Juanico y el Granito de Oro, transportando
diferentes mercancías a los puertos que así lo requerían.
Por
la tarde el Chanto le pidió a sus hijos, Juan Diego y Chuy, que lo acompañaran
a ‘Petróleos’. Los jovencitos de 13 años de edad felices se subieron al
vehículo, hoy, clásico, modelo 1953, marca chevrolet, color blanco y azul.
Cruzaron el malecón paceño con el viento de frente, para luego tomar la
carretera al puerto de Pichilingue, donde prendió las luces del ‘fajadito’
A
un lado del faro de Punta Prieta, en los almacenes de Petróleos Mexicanos, el
Chanto parqueó su lujoso automóvil, de donde bajaron los jóvenes para lanzar
piedras sobre el espejo que formaban las aguas de la Bahía, mientras el papá
atisbaba al horizonte en espera de ver el barco.
Las
horas se fueron alargando, hasta que el padre decidió volver a su casa-oficina
para hablar por radio y enterarse del retraso – Vámonos – Les pidió a su
hijos...
--
Pero apá – Intervino Juan Diego -- mi tío Juan todavía no pita de su barco como
lo hace cuando pasa por aquí
--
Quien sabe que pasó, vámonos – Insistió – voy a hablar por radio para saber que
pasó.
De
regreso el silencio del padre se transmitió a la parte sensible de los hijos
que sólo se veían a los ojos. – ¿Qué pasaría? – Preguntó Juan Diego.
--
¡Cállate!, ya sabes cómo se pone cuando lo interrumpimos – Respondió Chuy.
Por
la noche, vía radio el Chanto se comunicó a Mazatlán con su hermano Francisco,
notificándole que el radio de Juan no tenía comunicación. – No te preocupes, de
seguro llega de un momento a otro.
La
angustia, y el frío viento del norte, del 22 de diciembre de 1967, no
permitieron que los familiares de la tripulación del barco San Miguel pudieran
dormir.
Otro
día, el barco Santa Teresa arribó al puerto de La Paz sin tener conocimiento
del San Miguel – Nos pasó en los veintitrés de latitud norte y ciento siete,
treinta de longitud oeste, a las cinco de la mañana de ayer. Ya no supimos más
de ellos. Pensamos que estarían aquí, todavía nos jugaron una vacilada diciendo
que a pesar de salir más tarde, llegarían más temprano.
Francisco
subió a un avión de la Fuerza Aérea Mexicana, junto a su hermano Miguel, para
auxiliar en la búsqueda en alta mar, siguiendo la ruta que trazó el Barco San
Miguel al salir del puerto de Mazatlán. ‘Borrasearon’ el canal de la isla
Cerralvo, la misma isla en sus orillas, la fractura, el banco el Charro;
recorrieron de la depresión Pescaderos hasta
la depresión Farallón, pensando que la corriente los
podría jalar, hasta el puerto de Mazatlán. Una vez en este puerto, recargaron
gasavión para regresar por toda la orilla de Baja California Sur, desde Cabo
San Lucas hasta la Isla Espíritu Santo, luego checaron todas las entradas de
agua a la Bahía, sin encontrar rastro alguno del barco.
El
submarino del francés Jacques-Yves Cousteau, que fondeaba subrepticiamente en
su barco Calipso, en el Golfo de California, se aprestó a la búsqueda sin
resultado satisfactorio alguno. La presión de las profundidades del Mar de
Cortés, obligaron al aqualung abandonar la búsqueda.
Los
días de batida y la navidad de ese diciembre de 1967 no pudo estar más
deprimente: un hijo de uno de los tripulantes se paseó, rifle en mano, por las
oficinas de los García Castro, amenazando con matar al que se le atravesara por
el camino. La Armada de México se vio en la necesidad de llevárselo a la
partida donde cubría sus servicios: Puerto Alcatraz, en la isla de Santa
Margarita, hasta en tanto no asimilara el fallecimiento de su padre.
La
tripulación la componían Juan el Güilo García, capitán; Vicente Valenzuela,
contramaestre; Manuel Puppo, maquinista; Simón Rosas, cocinero; Ángel Pettit,
marinero; y un pavo, un enanito que era el hazmerreír de la tripulación,
conocido como el mobiloil.
La
mala o la buena suerte hizo su aparición: A Vicente, el contramaestre, le dio
un ataque al corazón, antes de que zarpara el barco del puerto de Mazatlán,
ofreciéndose su hijo Miguel a hacer los trabajos del papá. Don Vicente fue
trasladado al puerto de La Paz en otro barco de mayor envergadura,
lo que le ayudó a no aparecer entre los desaparecidos del barco San
Miguel, evento que quedó registrado en dos corridos populares.
Uno
de esos corridos lo grabó el grupo Los Soñadores de La Paz, La
letra es de Ricardo Ramírez Estrada y la cual dice:
Un veintidós de noviembre
Caso que hay que lamentar
Cuando el barco San Miguel
Que zarpó de Mazatlán
Y la mar se le interpuso
Y no lo dejó llegar.
Los tripulantes del barco
Eran de capacidad
Pero ese era su destino
Qué más se puede explicar
Si la mar embravecida
No los quiso perdonar.
Estrellita marinera
Tú que alumbras sobre el mar
Dile a la Virgen Bendita
Que no deje de implorar
Que ruegue por esas almas
Sepultadas en el mar.
La Paz tenía la esperanza
De poderlos encontrar
Porque la gente perdida
Toda era de ese lugar
Diosito dales consuelo
Pa´ que dejen de llorar.
Esos versos son compuestos
Sin poderme consolar
Cuando la mar se interpone
Es imposible escapar
Así perdieron la vida
El güilo, Simón y Manuel.
Es el destino del cielo
Y las leyes del que las manda
Ya no llores madrecita
No pierdas las esperanzas
El buque San Miguel
Al fondo del mar descansa.
El
otro corrido lo popularizó el profesor Luis Almeida Hirales, arreglista y
cantautor, el cual dice:
Voy a contar un corrido
En el muelle del puerto
Acompañando al anciano
Que se muere en sus recuerdos
Esperando a su hijo amado
Que se quedó en el misterio.
Cuándo será ese gran día
Que regreses San Miguel
Y me traigas a mi hijo
Que en el mar se fue a perder
Un veintidós de noviembre
No lo quisiera creer.
Uno dicen que un chubasco
Otros que fue un huracán
Que voltearon al navío
En la mediación del mar
Pobrecito San Miguel
No te pudiste salvar.
Gritos de alerta se oían
De esos hombres inocentes
Ya las luces se apagaron
Todo se queda al garete
Y un maldito remolino
Se tragó a la pobre gente.
Los restos no aparecieron
El barco y los tripulantes
No regresaron al puerto
Que de Mazatlán un día
A La Paz ellos salieron.
El destino del cielo
Y las leyes del que las manda
Ya no llores madrecita
No pierdas las esperanzas
El buque de San Miguel
Al fondo del mar descansan.
Las
averiguaciones de Capitanía de Puerto arrojaron que la posición geográfica del
último reporte fue en los 109 grados 29 minutos de longitud Oeste y 23 grados
57 minutos de latitud norte, a la entrada de la fractura de Cerralvo, entre las
curvas batimétricas de 1500 y 2000 metros de profundidad, a 20 millas de la
isla Cerralvo, y a 20 millas náuticas de la Ensenada de Muertos.
Los
científicos dedujeron que la línea sobre la que iba el barco está sobre una de
las fallas subsidiarias de San Andrés, la cual, ese día sufrió un reacomodo en
sus capas tectónicas, debido a un tsunami de 4.8 grados Richter, localizado a
12 kilómetros de profundidad, arrastrando al fondo del mar al pequeño barco San
Miguel. El sistema de fallas geológicas están dispuestas en forma escalonada y
unidas entre sí por segmentos de crestas oceánicas que se extienden a lo largo
del Golfo de California (Geofísica Internacional 1992, vol 31, pp 279-287)
--
Lo arrastró la corriente – Informó Santiago Puppo, viejo pescador que en el
momento de la entrevista se encontraba ‘fileteando’ dos kilos de ‘lenguado’
para un vecino.
--
Se fue por ojo – Diría Pedro Peregrino otro viejo, pero este estibador del
muelle de La Paz.
Efectivamente,
la grieta que provoca el reacomodo tectónico produce una fuerte corriente que
jala todo lo que se encuentra sobre la superficie del lugar, y fue en ese
preciso momento de la sacudida que el San Miguel trataba de pasar por el lugar,
a la hora equivocada.
La
línea que sigue la falla de San Andrés, por el Golfo de California, se inicia
en el punto conocido como Montaña de Alarcón, la cual tiene una curva
batimétrica de 2500 metros bajo el nivel del mar. Luego pasa por la fractura de
Cerralvo, entre el banco del mismo nombre y la isla que hoy, por capricho de un
funcionario público federal, se llama Jacques-Yves Cousteau (yac custou) la
línea sigue por todo el litoral, pasando por la falla de Salsipuedes, a la
altura de la isla Ángel de la Guarda,
lugar que la Baja California tiene un canal
submarino y, por donde cruza la ballena blanca cada año para ir a parir a Ojo
de Liebre.
Esa
oquedad natural permite la entrada de diversas especies como la sierra y el
calamar, especies marinas que vienen a aliviar la economía de los pescadores
ribereños del golfo de California.
Aurelio Puppo, sobrino de Manuel, maquinista del barco
San Miguel, le tomó esta foto a su tío (el del brazo extendido) junto a
dos amigos del Puerto de Mazatlán, sin imaginarse que el adiós de su pariente
sería el último que se registrara con esta impresión pues la tripulación junto
al barco desaparecieron en el fondo del mar, a la altura de la línea que se
conoce como falla de San Andrés, a 20 millas de la isla Cerralvo y a 20 millas
de Ensenada de Muertos. (Hoy Bahía de Ensueño)
Jacques-Yves
Cousteau, en el pequeño submarino Aqualung, recorrió el lugar, encontrando sólo
al barco Korrigan IV y un barco atunero en el banco conocido como del Charro.
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